¿Para cuándo la habilitación del ex deportista?

En ese contacto directo con el deportista, en ese conocer su día a día, y su post vida deportiva, por definirlo así, nos encontramos con grandes atletas de muchas disciplinas, situadas en la indefinición como deportista profesional, a pesar de facto de serlo; si exceptuamos determinadas ligas masculinas. Cuando dejan lo que nadie ya discute como carrera deportiva –entre veinte y treinta años de dedicación casi plena– poco o nada se les reconoce, como bagaje referencial de cara a su nueva vida. De hecho, y como dato a indicar, que en ese dato definitorio de precariedad de muchos de ellos y de ellas, se encuentran al final de ese recorrido profesional deportivo, que no han cotizado por ellos, que no han existido para la Administración como tales trabajadores. Superados los momentos de vitrinas y homenajes merecidos, todo se vuelve, si observamos muchos de esos testimonios, en la opacidad de un futuro, con el devenir de un pasado que parece ahora no servir para mucho, una vez abandonado el deporte.

¿Qué ocurre cuando tratan de emprender una nueva vida laboral? Pues bien, en la legislación española no hay registrada fórmula alguna de habilitación de ese período que suponga revertir a la sociedad un capital humano tan excepcional, como beneficioso para el propio deportista.

En la habitualidad de la retirada del deportista se choca con un abismo. Como ex deportista se ve abocado o abocada a emprender otro recorrido; en muchas ocasiones bajo la incertidumbre del valor de lo conseguido. Porque en muchos casos se encuentran frente a una carrera deportiva de éxitos que se contrapone con una realidad –la de la sociedad civil– que no les reconoce esa trayectoria, para incorporar como acervo propio a la misma. Como si tener un campeón o una campeona olímpica no significara nada para la sociedad, que lo idealizó en un tiempo pasado.

Esta sociedad no puede despachar este tema sin más, y obviar a estos deportistas que se incorporan a la vida civil con una trayectoria deportiva intachable, no sabiendo darles una ubicación en la misma. Es algo así como no valorar a los mejores en este caso, en su experiencia en la élite del deporte internacional. Y si aún no hemos dado carta de naturaleza al tan demandado Estatuto del deportista, no deberíamos dejar de pasar el tiempo y ofrecer una solución, algo así como una habilitación administrativa a tantos y tantos deportistas hombres y mujeres que tanta brillantez han dado al deporte en España y, que a la vuelta del estadio de juego, alejados y alejadas de la competición, parecen desaparecer en el olvido, así como en el haber de la propia sociedad. Son los que en muchas ocasiones se han denominado juguetes rotos, comprometidos con su deporte, y situando a este país entre los treinta mejores del mundo, deportivamente hablando.

Duele observar esa nula definición de carrera deportiva y de ex deportista. Sólo protegido por su familia más cercana, y por alguna que otra iniciativa de, en este caso, el Comité Olímpico Español.

Cuesta entender que una sociedad, como la española, que tanto presume de deportistas no haya procurado darles ese reconocimiento en su inserción social y laboral, una vez han dejado la actividad deportiva. No todo acaba, para justificarse, con la concesión de la medalla al mérito deportivo. Para posteriormente, encontrarnos con testimonios desgarradores de grandes deportistas situados en la indigencia, o viviendo de lo que les puede dar el Comité Olímpico Español como ayuda o amigos; mientras sus medallas forman parte de la historia del olimpismo en nuestro país. Se ha de arbitrar algún mecanismo de habilitación profesional a tantos y tantas deportistas, de cara a su inserción laboral en actividades relacionadas con el deporte. Que no tengamos que escuchar testimonios duros y desde luego que nos quedan a todos en mal lugar cuando detrás de esa persona está el concepto de historia común del deporte español.

 

María José López González
Abogada



 

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