Por qué hay que limitar el número de partidos que disputa un futbolista profesional

La necesidad de un calendario de competición compatible con los derechos del futbolista

INTRODUCCIÓN

En los últimos años el fútbol profesional ha visto cómo surgían nuevas competiciones y se aumentaba el número de partidos de las competiciones existentes, que han revisado su configuración. Lo anterior complica más, si cabe, una situación que ya empezó a preocupar cuando se convirtieron en habituales los partidos amistosos que implicaban largos desplazamientos de los futbolistas y los cuerpos técnicos. No sin razón, este fenómeno ha generado innumerables debates sobre los límites de la exigencia física y mental impuesta a los integrantes de los clubes de fútbol y, en particular, a los jugadores.

La expansión de torneos internacionales –como el nuevo formato de competiciones internacionales de clubes o el nuevo Mundial de Clubes de la FIFA–, la celebración de jornadas de las competiciones de ligas nacionales en el extranjero –con el debate abierto en España sobre la posibilidad de jugar partidos oficiales en otros países como Estados Unidos o Arabia Saudí–, los acuerdos para celebrar competiciones organizadas por las federaciones nacionales en el extranjero, e incluso las giras de pretemporada en destinos lejanos y con continuos viajes han aumentado inevitablemente de forma significativa la carga de trabajo de los futbolistas y los cuerpos técnicos.  La consecuencia inmediata es que unos y otros tienen ahora calendarios saturados con escasos periodos de descanso, o periodos de descanso habitualmente insuficientes.

Este crecimiento desmedido de la carga de partidos, especialmente los oficiales y con formato de rondas de eliminación, que se suman a las competiciones regulares –como las ligas nacionales–, que, al fin y al cabo, son las que determinan la configuración de base de las plantillas, ha desencadenado un movimiento de resistencia entre los jugadores, en particular entre los que participan en el fútbol de élite y que son los que normalmente disputan un mayor número de encuentros. Los más afectados son, sin duda, los jugadores que forman parte de combinados nacionales que habitualmente participan en competiciones internacionales de selecciones. Muchos de ellos han comenzado a alzar sus voces en contra de lo que consideran un abuso de sus derechos laborales, ya que entienden que la sobreexplotación tiene consecuencias graves para su salud física y mental. Lesiones recurrentes, agotamiento crónico y estrés psicológico son solo algunas de las secuelas que afectan a su rendimiento y bienestar; y que, por ende, pueden repercutir en el ámbito deportivo y extradeportivo en el corto y en el largo plazo.

Los futbolistas profesionales no solo se enfrentan a una presión física incrementada derivada del mayor número de encuentros, sino que también perciben una deshumanización de su profesión, donde priman los intereses económicos de clubes, empresas y patrocinadores por encima de la integridad y el bienestar del deportista. Esto ha supuesto un sentimiento de malestar generalizado entre los futbolistas, que se está traduciendo en iniciativas, e incluso acciones legales, por parte de las asociaciones que representan sus intereses.

La percepción de que la situación no mejorará en el corto plazo aumenta la frustración y el descontento. Los jugadores exigen cambios estructurales y normas que protejan sus derechos laborales, con especial énfasis en la salud, y que, en general, garanticen un equilibrio entre las exigencias del fútbol profesional y el bienestar personal y profesional de los futbolistas, que no dejan de ser trabajadores.

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